EDITORIAL: Lo que dan de sí los
            nombres
           
          
            
            El pasado sábado 7 de abril, la OMS celebró el Dïa Mundial
            de la Salud, con el lema: Salud
            Mental: Sí a la Atención, no a la Exclusión, tras el
            cual se plantean un doble objetivo. Por una parte, una mejor atención
            psiquiátrica (o en Salud Mental), lo cual es poco menos que una utopía
            en amplísimas zonas de la Tierra, según la propia OMS. Por
            otra, eliminar lo que de estigmatizante y exclusivizante tiene la
            enfermedad mental.  Este segundo aspecto ha merecido
            comentarios editoriales en Lancet
            y en el CMAJ,
            por poner dos revistas no psiquiátricas. Esta reivindicación,
            consecuencia del reconocimiento de los derechos
            de los enfermos mentales, parece haber animado a Mary Baker,
            presidenta de la Asociación Europea del Parkinson y a Matthew
            Menken, representante de la la Federación Mundial de Neurología, a
            formular una propuesta audaz:
            sustituyamos los términos "Salud" y
            "Enfermedad" Mentales por sus correspondientes
            "Salud" y "Enfermedad" cerebrales. 
            Entre otros argumentos, fundamentan su propuesta en que las
            enfermedades "mentales" son enfermedades cerebrales.
           
          
            
            Si bien tienen razón en muchos de sus planteamientos, los autores
            pecan de una cierta inocencia. Veamos: El intento de eliminar la
            distinción cuerpo - alma no es nuevo, y además tiene una plasmación
            nosológica, el DSM-IV, que por cierto sigue hablando, en su título,
            de Trastornos Mentales. Por otro lado, no hay que olvidar que los
            proponentes del cambio de nombre provienen, bien como usuario, bien
            como profesional, del campo de la Neurología, cuyos
            padecimientos no están sometidos a las mismas consideraciones
            sociológicas y estigmatizantes que condicionan a los enfermos
            psiquiátricos. Por mucho que pueda aceptarse que ambos tipos de
            enfermedades comparten un mismo asiento o paraguas lesional no es lo
            mismo socialmente, en 2001, una migraña que una esquizofrenia, una
            epilepsia que un trastorno bipolar o un Parkinson que un abuso de
            sustancias.
          
          
            
            La creencia en que se pueden eliminar los problemas actuando sobre
            las palabras no es nueva. Por ejemplo, Johathan
            Swift tenía un macroproyecto para mejorar las costumbres
            eliminando ciertas palabras del idioma inglés. Y un autor del
            periodo romano, Aremisto de Sestao, se propuso en su momento
            eliminar los problemas que crea la proteiforme e indefinida patología
            cervical sustituyendo este término por el más cástizo de pescuezo,
            sugerencia que transmitió al THMJ en una carta que
            recogimos en nuestro Symposium
            sobre Salud Cervical
            
           
          
            
            Pero quienes más saben de estas cosas de los nombres son -somos-
            los médicos, y en especial los psiquiatras. Damos nombre a todo,
            incluso a lo que no lo tiene. A lo largo de la historia nuestra
            profesión ha sido capaz (y lo seguimos siendo todavía) de nombrar
            lo innombrable, de manera que al nombrarlo parezca intelectualmente
            (casi diría que epistemológicamente) aprehensible. En ese afán
            han destacado los franceses, en especial a la hora de poner epónimos.
            Ejemplos hay muy curiosos, como la paradójicamente Línea
            Innominada de la Pelvis (tiene narices que el nombre de
            algo sea "sin nombre" y que ningún anatomista francés,
            por ejemplo, haya sustituido esta solución de compromiso por su
            apellido). También está muy bien lo de idiopático,
            que parece una categoría y no es más que un grieguismo para dar
            solemnidad a nuestra ignorancia sobre el origen de la enfermedad.
            Damos nombre a cada fenómeno que identificamos o creemos
            identificar, con la particularidad de que, una vez dado el nombre,
            la pesada e incoercible maquinaria del pensamiento médico crea la categoría
            para ese nombre. Lo de Fiebre de Origen Desconocido,
            que es un término provisional, parece así ganar entidad nosológica
            propia, al igual que las Hepatitis NoA NoB del
            pasado o el Deterioro Cognitivo Leve del presente
            (ver más abajo).  No deja de ser la victoria del esencialismo
            sobre el nominalismo, denunciada en su momento por Popper. 
          
          
            
            Y por cierto, sobre esto de los nombres provisionales que hacen
            fortuna nosológica, permítaseme una disgresión a propósito de la
            autorización de la píldora del día después (PDD), sobre la que
            puedes encontrar un comentario
            de Gonzalo Herranz en Diario Médico. Probablemente, el acuerdo
            o desacuerdo personal de cada cual con este producto dependerá de
            su concepto de ser humano: de a qué llama Ser Humano, o del momento
            desde el cual cree que el ser es Humano (disquisición que nos
            remonta a los griegos, que estimaban que el alma invadía el feto y
            lo hacía humano sólo a partir de un determinado momento de la
            gestación, por cierto, más tardío en las mujeres que en los
            varones). Pero por ir al grano, durante mis años de guardias de
            urgencia en hospital general he podido apreciar, atónito, que son
            hartamente frecuentes las solicitudes de contracepción de urgencia
            por rotura de preservativo durante el coito. A juzgar por la
            frecuencia del problema, nos hallamos ante una auténtica epidemia
            ante la cual deberia tomar cartas la OCU (...o tendrían que
            establecer criterios estrictos de atención los servicios de
            urgencia que reciben la demanda). La cuestión me ha llamado mucho
            la atención y la he abordado a lo socrático, a pesar de que lo único
            que tengo en común con el filósofo es la barriga, y he interrogado
            a los médicos que reciben estas solicitudes. No me he interesado
            por su impresión sobre la veracidad o nó de la queja, ni por el
            posble uso inadecuado del recurso, ni mucho menos por la moralidad
            de estas actuaciones. Me he interesado (con el coco ya absolutamente
            reblandecido por la administrativización de la asistencia) por el
            diagnóstico con que cierran sus intervenciones de urgencia en estos
            casos. Las respuestas no me han parecido satisfactorias: unos
            escriben contracepción de urgencia, otros rotura de látex,
            lo cual es impreciso. Comparémoslo con una persona que tras pisar
            una peladura de plátano se rompe una pierna; lo de
            "contracepción de urgencia" sería asimiliable, en este
            caso, a escribir en el diagnóstico "enyesado" (es decir,
            a la actuación médica") y lo de "rotura de látex",
            a "vigoroso paso sobre peladura de banana" (es decir, a la
            patogenia). Mis interlocutores me miraban con esa condescendencia
            con la que nos suelen mirar los médicos de verdad a los psiquiatras
            cuando decimos alguna tontería (o algo que les parece una tontería),
            lo cual rebajaba la tensión, convertía un problema de cierta
            envergadura en una majadería del psiquiatra y me hacía sentir que
            a pesar de todo los psiquiatras servimos para algo. Tal vez, ahora,
            con lo de la PDD desaparezcan estas intervenciones de urgencia, lo
            cual impedirá que el diagnóstico de Rotura de Látex
            alcance carta de naturaleza.
           
          
            
            Y es que lo importante es poner nombre a las cosas. De ello da fe lo
            del lenguaje políticamente correcto, que es algo verdaderamente
            risible: a fuerza de querer parecer buenos y decentes nos hacemos
            cursis y a veces indecentes. También está muy bien en política,
            pero aquí lo que importa son más bien los adjetivos. Por ejemplo,
            se puede llamar democrático a una alternativa para que luzca ideal,
            a pesar de que quien lo propone sea lo más opuesto a los valores de
            la Democracia.
          
          
            
            También es importante encontrar un nombre adecuado para las
            personas. O para los pacientes. Veamos: últimamente parece que ya
            no se lleva lo de paciente. Aquí mimetizamos la impetuosa
            corriente eeuuense que tiende a sustituir lo de paciente por cliente
            u otras formas (usuario, sufriente). 
            La cuestión ha merecido un editorial
            del Lancet en el que se insiste en que a los interesados
            parece que les gusta más seguir llamándose pacientes y de
            paso se alude a eso de cambiar lo de doctor por proveedor
            sanitario. La editorial ha dado lugar a algunas cartas
            en un tono más o menos irónico o indignado que redundan en que
            este cambio de nombre tiene más de comercial que de humanitario.
            Incluso en un sistema sanitario como el nuestro eso de que a mí
            como paciente me llamen cliente parece favorecer que algún día me
            pasen la cuenta. Desgraciadamente esto es algo muy posible a medio
            plazo y tal vez inevitable, pero eso es otra historia: de lo que se
            trata es que la modernización de los nombres podría ser un lobo
            recubierto con la piel de cordero del reconocimiento de la autonomía
            del usuario.
           
          
            
            En esta línea, podemos centrarnos en los cambios
            de nombre de boticas. El Bupropion, en los EEUU, se cambió de
            nombre para su comercialización en el tratamiento del tabaquismo.
            Así, en el vademecum coexiste el mismo producto, elaborado por el
            mismo fabricante, con dos nombres: Wellbutrin, como
            antidepresivo, y Zyban como antitabáquico. Lo mismo sucede
            con la fluoxetina: el mismo fabricante la comercializa como Prozac
            para sus usos habituales (más psicopatológicos, si se quiere) y
            como Sarafem, para el trastorno disfórico premenstrual.
            Probablemente, estos cambios de nombre ayude a que el consumidor identifique
            su problema como algo con identidad propia.
           
          
            
            Esto de nombrar y renombrar, pues, da para mucho, y tal vez no
            siempre para clarificar las cosas, reflexión que puede servirnos
            para retomar la propuesta comentada al principio. Veamos: ¿qué tal
            suena eso de salud cerebral? A nosotros no nos gusta nada.
            ¿Es realmente mejor y menos estigmatizante decir
            que alguien tiene una enfermedad cerebral en lugar de mental?
            Hombre, pues a bote pronto parece que ese término tiene unas
            connotaciones de negrura pronóstica que hay que tener en cuenta. Y
            por otra parte, eso de maquillar, camuflar, disfrazar el problema
            con un nuevo nombre tal vez sirva exclusivamente para hacer a este
            problema más aparente, más exagerado, más determinante.
          
          
            
            En definitiva, no nos convence la propuesta. En el artículo hay
            otras aportaciones valiosas (como su llamada de atención sobre lo
            de espaldas que están psiquiatras y neurólogos) pero en cuanto a
            su mensaje esencial no habrá que despistarse. Sin duda alguna, la
            cuestión de mejorar la situación de los enfermos mentales y la
            lucha por reducir el estigma no se limita a un mero cambio de
            nombre, por muy bienintencionado que sea. 
          
          
             
          
          
          
          
            Supervivencia en la demencia. Un artículo
            realizado en Canadá y publicado en el New
            England encuentra que la supervivencia en la demencia
            es mucho menor que lo que se suponía (dan 3.3 años, frente a los
            datos previos que hablaban de 5 a 9.3 años). Un editorial
            acompañante relativiza este hallazgo desde varios puntos de vista.
            Por una parte, el trabajo se hizo de manera retrospectiva, con lo
            que es difícil fijar con garantías el momento de inicio de la
            enfermedad. Pero por otra parte, incluso aceptando que el tiempo que
            transcurre entre el inicio de la enfermedad y el fallecimiento sea
            ése (lo cual, francamente, a mí me resulta difícil de aceptar),
            la relevancia sanitaria y social de la demencia sigue siendo
            inmensa.
           
          
            
            
              
                Esquizofrenia. Un artículo
                de los Proceedings of the National Academy of Sciences entre
                cuyos autores figura Fuller Torrey, informa sobre una alta
                presencia de trazas de un retrovirus endógeno, el HERV-W, en líquido
                cefalorraquídeo de pacientes agudos recientemente
                diagnosticados de la enfermedad. La tasa es menos elevada en
                pacientes crónicos. Este hallazgo, que implicaría un
                importante papel de estos virus al menos en algunas formas de
                esquizofrenia, ha sido comentado en diversas fuentes, como la BBC,
                Eurekalert
                y el Lancet. 
                A su vez, el BMJ recoge un artículo en el que se
                estudia la efectividad de un programa
                educativo con ordenador sobre la enfermedad en pacientes
                esquizofrénicos. La información que se aportaba a cada
                paciente era personalizada, a partir de los datos de su propia
                historia clínica. Los resultados no fueron malos, pero los
                costes totales se dispararon por los gastos en transporte de los
                pacientes desde su residencia al lugar donde se ubicaron los
                ordenadores, lo que hace que en la práctica este abordaje no
                represente un ahorro frente a programas desarrollados por
                enfermería. Por último, un reciente trabajo publicado en los Archives
                of General Psychiatry  encuentra que hay un mayor
                riesgo de esquizofrenia entre los hijos de varones por encima de
                45 años. La edad de las madres no parece tan determinante.
                En cualquier caso, estos datos parecen apuntar a que la
                enfermedad podría tener que ver, al menos en parte, con
                mutaciones en las células germinales.
               
             
           
          
            El caso de las siamesas. A finales del año pasado
            se hizo muy famoso el caso de las dos niñas siamesas maltesas a
            quienes su madre dio a luz en Londres y a las cuales los médicos
            que las trataron quisieron separar aun sabiendo que de esta manera
            moriría una de las dos. La información que se facilitó sobre el
            caso fue bastante incompleta y sensacionalista. Por ejemplo, no se
            enfatizó que los padres y las niñas no eran ciudadanos británicos.
            Finalmente, como sabréis, la judicaturia autorizó la operación en
            contra de la voluntad de los padres, con lo que una falleció y la
            otra sobrevivió, aún teniendo que someterse en el futuro a
            importantes intervenciones ortopédicas. El New
            England publica ahora un artículo
            de GJ Annas, su especialista en cuestiones éticas y jurídicas,
            sobre el caso, centrándose en los argumentos de los jueces del
            Tribunal de Apelación que resolvió el recurso de los padres y la
            fiscalía ante la autorización judicial inicialmente otorgada por
            un tribunal menor. El tribunal se componía de tres jueces, cada uno
            de los cuales ofrece sus argumentos.  Merece la pena leerlo
            para ver hasta qué punto las situaciones límite (como por ejemplo
            este caso) ponen a los seres humanos a plantear justificaciones y
            argumentaciones que independientemente de lo noble o innoble de sus
            objetivos tienen mucho de patochadas.
           
          
            Suicidio.Investigadores de Francia y Suiza han
            encontrado que existen genes
            que favorecen el suicidio. La fuente de la que nos nutrimos no
            aclara cuáles, cuántos ni dónde están, pero intentaremos
            informarnos. Por otra parte, en los Archives
            of Internal Medicine  se recoge un artículo en el que se
            registra que los pacientes ingresados en hospitales generales tienen
            una tasa de suicidio al poco del alta tres veces mayor que la
            población general. La mayor parte de los suicidas presentaban
            depresión, abuso de sustancias o ambas, pero con la informaciòn
            del abstract,
            que es lo que hay disponible en la red, no podemos decirte si hay
            algún dato significativo en cuanto a sus padecimientos orgánicos
            de base. Las conclusiones son toda una llamada a la Psiquiatría de
            Interconsulta. Y por último, entre
            los médicos las mujeres tienen un mayor riesgo de suicidio que los
            varones, lo cual abunda en las mayores dificultades y tensiones
            a las que se ven sometidas las mujeres en el ejercicio de la
            Medicina (y de otras actividades laborales) en una época en que no
            se ha terminado de revolucionar la distribución de los
            roles laborales y domésticos.
           
          
            
              Autismo. Un reciente estudio ha encontrado que en
              niños con trastornos del espectro autista hay una alteración
              de la respuesta inmune expresada por una producción
              excesiva de citokinas ante estímulos inmunológicos. En el mismo
              trabajo se ha observado una reactividad inmunológica mediada por
              linfocitos T ante proteínas dietéticas como las lácteas, las de
              la soja o las del trigo. En esta misma línea, una experiencia con
              adultos autistas ha introducido cambios
              dietéticos retirando de la dieta lácteos, cereales,
              colorantes alimentarios y cafeína. La mitad de los participantes
              mejoraron y la otra mitad empeoró, lo que abre las puertas a otra
              exteriencia con otras modificaciones dietéticas.
             
            
              CI y supervivencia. En 1932 tuvo lugar la llamada
              "Encuesta Mental Escocesa", que midió el CI de todos
              los niños nacidos en 1921. Los datos se conservan y han dado
              lugar a varios trabajos, alguno ya comentado en las News. El BMJ
              publica ahora un artículo en el que se informa que las
              probabilidades de alcanzar 76 años de vida fueron menores en los
              niños que en aquellas fechas dieron un CI bajo, lo que viene a
              implicar que a
              mayor CI en la infancia, mayor duración de la vida.
             
            
            
            
              
                Una curiosa forma de efecto
                2000.  Ahora que hay ya suficiente perspectiva
                histórica, una carta recogida
                en JAMA analiza
                el efecto 2000 desde un punto de vista cuando menos llamativo.
                El autor revisa la tasa de mortalidad en un determinado centro a
                lo largo de un periodo de tiempo y comprueba que se dispara en
                enero de 2000. Entre las hipótesis, que más que un pico de
                mortalidad en ese mes hubera un descenso leve sostenido a lo
                largo de los meses o años previos por el deseo de la gente de
                vivir el cambio de 1999 a 2000.  Una vez conseguido, los
                que habían "resistido" o "prorrogado" sus
                vidas, pudieron ya morir en paz, disparando la mortalidad de
                enero de 2000.
               
             
           
          
            Financiación territorial de la sanidad pública en España.
            Un artículo
            de la Revista de Administración
            Sanitaria aborda la cuestión, con especial hincapié en las
            consecuencias financieras que tendrá para las autonomías el
            traspaso de competencias sanitarias.
            BOTICAS
            Teratogeneidad de los anticomiciales
            Desde hace mucho tiempo se conoce que el uso de
            anticomiciales en el embarazo se asocia a malformaciones fetales,
            pero nunca se había descartado claramente si se debía a la
            enfermedad o a los medicamentos.  Pues bien: el New
            England publica un artículo
            que declara definitivamente culpables a los fármacos.
            Benzodiazepinas. De primeros en el Hit Parade a
            poco menos que vergüenza de la Psicofarmacología. El viaje puede
            seguirse en un artículo centrado en la historia
            del Valium y de Leo Sternbach, su creador. Por otra parte, como
            muestra de la reacción contra los productos, presentarte una asociación
            en la que se dan cita personas que aseguran que han sufrido
            graves consecuencias físicas y psíquicas por su dependencia
            -inducida- de las Benzodiazepinas (algunas de esas consecuencias,
            francamente raras, como síndromes de abstinencia tratados con TEC) 
            Psicofarmacología en ancianos. En Medscape
            se han publicado unas tabls
            sobre el uso de psicofármacos en ancianos.  Sorprende un tanto
            lo pormenorizadas que son en algunos aspectos en contraposición con
            la relativa falta de información sobre aspectos diferenciales de,
            por ejemplo, los antidepresivos.
            La polimedicación en ancianos se asocia a problemas nutricionales,
            con pérdida de peso. Te lo cuentan en una reseña
            periodística.