Medrano
Correspondencia:
A mediados del pasado año, tras una serie de reuniones
con la FDA, Novartis introdujo cambios importantes en la ficha técnica del Mellaril
(Meleril), relacionados con la
creciente evidencia de que el producto podía aumentar la duración del
intervalo QTc (Apéndice 1) (1). A
las pocas semanas se introdujeron cambios similares en el prospecto de la
mesoridiazina (metabolito de la tioridazina no comercializado en España) y hace
escasas semanas se ha retirado del mercado británico el droperidol,
butiroferona que igualmente prolonga el intervalo QTc.
En el EKG el intervalo QT abarca desde el comienzo de la despolarización
hasta el final de la repolarización ventricular.
Este proceso de repolarización / despolarización debe realizarse con
mayor rapidez cuando aumenta la frecuencia cardiaca, introduciéndose para su
valoración un factor de corrección que es el QTc o QT ajustado a frecuencia
cardiaca. En condiciones normales,
el QT no supera los 420 milisegundos, pero si por el motivo que sea aumenta su
duración hay un elevado riesgo de arritmias ventriculares (taquicardia
ventricular, fibrilación ventricular) lo que se traduce clínicamente en síncope
o muerte súbita. La prolongación
del QTc puede ser de origen genético, pero con mucha frecuencia se asocia a
medicamentos. El valor del parámetro en sí es relativamente dudoso, por cuanto
se desconoce a partir de qué duración del QTc existe riesgo de arritmia
ventricular, pero en la práctica se considera alarmante si rebasa los 450
milisegundos, y se sabe que por encima de los 500 milisegundos existe un alto
riesgo de arritmia ventricular y muerte súbita.
El mecanismo por el que la tioridazina ejerce esta acción se ha
relacionado con su interacción con el bloqueo de canales del potasio como el
HERG (2).
La tioridazina no es, desde luego, el único fármaco que prolonga el
intervalo QTc. De hecho, en los últimos
años son varios los compuestos retirados del mercado, bien en los USA o en
Europa, por este motivo (astemizol, terfenadina, sertindol, cisapride,
grepafloxacina). Todos ellos son fármacos de introducción relativamente
reciente (el astemizol se remonta a mediados de los 80 en Europa), por lo que
llama especialmente la atención que a estas alturas de su vida farmacológica y
comercial se haya detectado el riesgo de la tioridazina.
Como es sabido, la tioridazina es una fenotiazina piperidínica, con dos
metabolitos activos (mesoridiazina y sulforidazina) e isómeros dextro y levo
que son antagonistas parciales D2 y D1, respectivamente.
También es antagonista de los receptores 5HT2, lo que por cierto
reproduce el esquema farmacodinámico supuestamente responsable del efecto terapéutico
de alguno de los nuevos antipsicóticos atípicos.
Introducida en el mercado hace más de 40 años, ha sido ampliamente
utilizada en todo el mundo (de hecho, en el periodo 1976-1985 fue el neuroléptico
más prescrito en determinados ámbitos clínicos de los EEUU).
También se ha empleado con profusión, bien como tal o en asociación
(VisergilÒ)
en el manejo de las complicaciones psiquiátricas y conductuales de las
demencias, a pesar de que como remarca una reciente revisión de la Cochrane, si
hay que atenerse a los resultados de los escasos ensayos publicados al respecto
habría que desaconsejar su uso porque su efectividad es escasa, y a costa de
importantes efectos secundarios (3).
En realidad, el potencial efecto cardiotóxico del fármaco es conocido
desde hace cerca de 40 años, con referencias bibliográficas a su capacidad
arritmogénica que datan nada menos que de 1963 y comunicaciones de casos de
muerte súbita desde 1965 (4). Un
estudio publicado en 1995 demostraba que era el neuroléptico con más efectos
cardiotóxicos (arritmias, taquicardias, prolongación del QTc) en sobredosis
(5), mientras que otro trabajo, publicado en 1991 mostraba una asociación
desproporcionada del fármaco con una serie de casos de muerte súbita (6).
Su acción específica sobre el intervalo QTc, incluso a dosis bajas, es
conocida desde hace años (7), y no se relaciona aparentemente con la
concentración sérica del producto.
Sin embargo, un trabajo publicado el pasado año en Lancet
vino a ser la confirmación in vivo,
en clínica y a gran escala de la acción del fármaco sobre el intervalo QTc.
Según este trabajo, que se centraba en personas que recibían
tratamientos psicofarmacológicos diversos, el QTc era más largo en los mayores
de 65 años, independientemente del producto que tomaran, en los que recibían
tricíclicos, en los que tomaban antipsicóticos a altas dosis y en quienes
recibían tioridazina o droperidol. El efecto, dosis-dependiente, era especialmente acusado con
los dos últimos fármacos (8). Sin
embargo, la experiencia clínica previa muestra que más allá de las meras
anomalías electrocardiográficas, los casos de arritmias o muerte súbita no se
han podido correlacionar con dosis elevadas del producto, lo que parece traducir
algún tipo de susceptibilidad individual.
En este sentido se ha propuesto que la clave podría radicar en que la
tioridazina se metaboliza a través del P450 2D6 (debrisoquina hidroxilasa).
En hasta un 10% de la población europea hay una deficiente actuación de
esta enzima, lo que implica que en las personas con este fenotipo se produciría
una acumulación de cualquiera de los fármacos que metaboliza (como por ejemplo
la tioridazina). De esta manera, la
cardiotoxicidad por tioridazina sería una mera cuestión de farmacogenética
(9).
Sea como fuere, resulta inquietante el retraso en descubrir la severa
capacidad arritmogénica del producto. Muchos
casos de muerte súbita en pacientes que tomaban neurolépticos se han ventilado
con explicaciones patogenéticas alternativas o incluso con diagnóstico de
presunción de muerte cardiogénica con corazón indemne (lo cual, obviamente,
orientaría hacia una arritmia como causa del fallecimiento) (4, 10).
En otras palabras, podríamos pensar en que ha debido haber muchos casos
de muerte súbita en enfermos tratados con tioridazina, que han pasado
totalmente inadvertidos, exponiendo a muchos otros pacientes a un riesgo
excesivo, y conduciendo a algunos, en el peor de los casos, a la muerte.
Pero también puede contemplarse el hecho como que de pronto hay un
exceso de celo para con productos con una sólida implantación en el mercado y
vistos tradicionalmente (en este caso parece que de forma equivocada) como
seguros. Sobre este cambio de
actitud sólo se puede especular, pero no deja de ser sugestivo que varios de
los nuevos antipsicóticos prolongan igualmente el intervalo QT (11), lo que
como sabemos ha dado lugar en algún caso a que se retire cautelarmente el
producto. En una época de feroz competitividad y de publicidad negativa
incipiente y en algunos casos claramente manifiesta, no sería de extrañar que
a corto plazo aparecieran en las literaturas de los laboratorios cuadros comparativos de las
variaciones electrocardiográficas inducidas por los diferentes antipsicóticos atípicos.
Por
cierto, que aparentemente los nuevos antipsicóticos no son más cardiotóxicos
que otros que se han venido usando desde hace años, como la propia tioridazina,
el haloperidol o el pimozide, sin ningún cuidado especial (12).
Asimismo, los antipsicóticos viejos
o convencionales parecen asociarse a otras complicaciones severas como
el tromboembolismo venoso (nuevamente, la tioridazina parece especialmente
peligrosa a este nivel) (13). No
deja de llamar la atención que a estas alturas se estén descubriendo o
denunciando efectos de tamaña severidad que a la luz de las actuales exigencias
de garantías preclínicas de seguridad hacen pensar que si se hubieran
descubierto en nuestros días, la tioridazina, y muchos otros productos, serían
mucho más difíciles de comercializar que cuando se introdujeron, hace ya
varias décadas.
Para
concluir, cabe extraer dos tipos de conclusiones de toda esta cuestión.
Una es meramente clínica. La
gravedad de la cardiotoxicidad de la tioridazina y el hecho de que en los EEUU
ya se hayan emprendido acciones orientadas en último término a que su
prescripción sea cada vez más restringida y reflexiva hacen recomendable tener
en cuenta las precauciones reflejadas en el Apéndice 1, así como una serie de
factores de especial riesgo con tioridazina (4) que reproducimos en el Apéndice
2. La otra conclusión o consideración tiene que ver con
la esencia científica y moral de la Psiquiatría y de la Psicofarmacología, y
es que lamentablemente, no deja de ser preocupante que la moraleja de la cuestión
de la cardiotoxicidad de la tioridazina es que o bien hemos utilizado durante
muchos años fármacos peligrosos con cierta ligereza y sin prestar ninguna
atención a sus efectos sobre los pacientes, o bien se avienta ahora su
peligrosidad para allanar las dificultades planteadas a nuevos productos.
Bibliografía
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Apéndice
1: Cambios en el prospecto estadounidense de la tioridazina
1.
Se advierte
que se ha demostrado que el MelerilÒ
prolonga el intervalo QTc. Se ha
demostrado que esta alteración del EKG, así como otras arritmias, como la
fibrilación ventricular, se producen de forma dosis – dependiente, y se ha
asociado a los fármacos con este potencial, incluido el MelerilÒ,
con el desencadenamiento de muerte súbita.
2.
Hoy en día el MelerilÒ
está indicado sólo en pacientes con esquizofrenia que no responden a
tratamientos adecuados (en dosis y duración) con otros antipsicóticos. No hay ensayos clínicos que evalúen la efectividad el
MelerilÒ en la esquizofrenia resistente.
3.
Se contraindica el uso simultáneo de MelerilÒ con ciertos ISRS o con otros fármacos que inhiben
al isoenzima 2D6 del citocromo P450, como la fluoxetina y la paroxetina, el
propanolol, el pindolol y la fluvoxamina. También
se contraindica su uso en pacientes que tomen fármacos que prolonguen el
intervalo QTc. No se debe dar
tampoco a pacientes con niveles reducidos del isoenzima 2D6, o con un síndrome
de intervalo QT largo congénito, o con antecedentes de arritmias cardiacas.
Las recomendaciones que se siguen de estos
cambios son:
1.
El MelerilÒ
no se recomienda como tratamiento de primera elección en la esquizofrenia
2.
Si se va a prescribir MelerilÒ habría que pedir niveles de potasio y realizar un
EKG previo. No se deberá
administrar MelerilÒ
si la duración del QTc es superior a 450 msg.
3.
Una vez establecido el tratamiento con MelerilÒ, habría que hacer EKGs periódicos y solicitar
niveles de potasio también periódicamente.
Si el QTc sobrepasa los 500 msg habrá que suspender el fármaco.
No se debe dar tampoco si el potasio no se encuentra en rango normal.
4.
En caso de sobredosis, se deberá realizar
monitorización continua del EKG para detectar la aparición de arritmias.
Igualmente, no deberán administrarse fármacos que puedan aumentar el
riesgo de prolongación del QT (disopiramida, procainamida, quinidina).
Apéndice
2: Factores
que incrementan el riesgo de toxicidad de la tiroidazina
Sexo
femenino
Enfermedad
cardiaca preexistente
Edad
avanzada (acúmulo del producto y de sus metabolitos)
Hipokaliemia
(sinergia con el efecto arritmogénico del producto)
Sobrecarga
de glucosa
Ingesta
de alcohol
Ejercicio
físico
Metabolización
deficiente (2D6)
Uso
concomitante de tricíclicos (sinergia, interacción enzimática)
Uso
concomitante de eritromicina, cotrimoxazol (interacción enzimática)
Uso
concomitante de cisapride (interacción, sinergia)
Uso
concomitante de risperidona (interacción, sinergia)
Inhibidores
del 2C6: fluoxetina, paroxetina, flufenazina, perfenazina, levomepromazina
Tomado
de Timell (4).